

Se acaba de publicar un estudio de un grupo inmobiliario y la Universidad Pompeu Fabra sobre el precio de la vivienda con esta conclusión: en las ciudades de Barcelona y Madrid, los pisos están sobrevalorados en un 17 por ciento. Felicito a quienes los consiguen vender: ya no quedan plusvalías así. Lo siento por quienes quieren comprar: una sobrevaloración de ese nivel, añadida a precios altos de por sí, deja a gran parte de la sociedad sin capacidad económica para tener una vivienda en propiedad, que siempre ha sido la aspiración del español medio. Eso sí que es abrir una brecha: la que separa a los propietarios de los que no lo pueden ser. En este último apartado está la juventud actual, condenada a vivir de alquiler cuando consigue emanciparse, o a empeñarse en hipotecas casi vitalicias, con gran parte de los ingresos dedicados a disponer de un techo. Quizá por eso la nueva Ley de Vivienda se preocupa tanto de los alquileres y prevé ayudas para los jóvenes. Al mercado de compra-venta no hay poder político que le meta el diente. Ni hay forma de resolverlo con una subvención.