Puede calcularse ya que hasta el 15% de la población española, y especialmente niños, padece este problema. Y va en aumento, hasta el punto de que se ha triplicado en los últimos 30 años.
En principio, esa dermatitis atópica parece vinculada a la herencia y sería una manifestación más de la hipersensibilidad. Sin embargo, para buscar las causas de ese aumento, se habla de la polución del medio ambiente, de los cambios en el estilo de vida y del aumento de la edad materna. El hecho es que cinco de cada cien consultas al pediatra están motivadas por este problema, que tiene la particularidad de ser, sobre todo, de zonas urbanas.
Se puede definir como una enfermedad de la piel recurrente (con periodos de empeoramiento y de mejoría), caracterizada por lesiones en forma de enrojecimiento, picor intenso y sequedad. Constituye una entidad dermatológica que empieza a preocupar a los padres porque "no desaparece" a pesar del tratamiento establecido por el pediatra.
Los especialistas sostienen que es una enfermedad poco conocida a nivel popular y a la que no se le concede la trascendencia que tiene.
Los avisos son muchos al margen de que en el niño aparezcan rosetones de piel irritada y seca. Esa sequedad no es tanto por pérdida de agua como porque hay una alteración en la sustancia grasa de la piel.
Pueden surgir también manchitas blanquecinas; pero sin duda, lo más llamativo y lo que lleva al niño ante el pediatra o el dermatólogo son las zonas eccematosas que aparecen cuando hay sudor o hay contacto con alguna sustancia que pueda serle irritante. Un resto de zumo de naranja puede ser suficiente para que se lesione la piel; la baba frecuente, el sudor bajo la barbilla… Cuando hace calor, el sudor produce picor, y el rascado origina un nuevo eccema.
También parece que se acelera el intercambio de las células de la piel. Y como a la vez, se altera la capa grasa, el agua de las células superficiales se evapora con mayor facilidad, y por tanto, se reseca la epidermis. En este estado de cosas, las células inflamatorias interiores van liberando sustancias que producen picor. El atópico se rasca y entonces se reactivan las células exteriores de la piel, con lo que se dividen más y se produce la liberación de nuevas sustancias que producen mayor picor. Total: a mayor picor, mayor rascado y a mayor rascado mayor picor.
Aparecen granitos pequeños y rojizos. A veces, y especialmente en los bebés, las lesiones son como burbujitas con agua.
Puede surgir a los 6 meses de vida y a partir de los 7 años empieza a desaparecer o por lo menos a mejorar de forma notable. Si uno de los padres es atópico, el riesgo de que el niño lo sea es de un 50%, riesgo que aumenta si los dos padres son atópicos. Y en esa consideración se incluyen el eccema, el asma, la rinoconjuntivitis…
Empeora con los cambios de temperatura, con agentes irritantes y con el estrés.
Como hemos visto la atopía se relaciona de manera directa con otras manifestaciones alérgicas, como el asma o el eccema. Por eso se debe prestar una cuidada atención a la dieta del niño con dermatitis atópica, ya que hay alimentos que pueden afectarle de manera directa. Se citan por ejemplo: la leche de vaca, sésamo, kiwi, gambas, huevos, cacahuetes o pescados.
En adultos suele hablarse de eccema, que engloba irritación de la piel por varias razones o debido a diferentes causas. Lesiones, enrojecimiento y picor son sus características principales. El dermatólogo será quien le ponga el nombre adecuado y aconseje el tratamiento oportuno, que suele basarse en cremas o pomadas si corticoides. Uno de los más frecuentes es el producido por alergia de contacto.
El Dr. Fonseca, del Hospital Juan Canalejo, de A Coruña, exponía en la revista “Mi pediatra” los consejos para tratar al niño con dermatitis atópica. Y entre otros: