La piel en la menopausia necesita tiempo, comprensión y constancia
Dra. Jéssica SánchezFoto: Bigstock
Miércoles 12 de noviembre de 2025
6 minutos
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Miércoles 12 de noviembre de 2025
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SIBO y menopausia: la conexión intestino-hormona de la que poco se habla
Más allá de los cambios hormonales internos de la menopausia, la piel se convierte en un espejo que refleja esta transición. Pierde firmeza, luminosidad y elasticidad; se vuelve más seca y sensible, y aparecen arrugas que antes no estaban allí. Muchos de estos signos se asocian al envejecimiento natural, pero en realidad están estrechamente relacionados con la pérdida de uno de los mayores protectores de la piel: los estrógenos.
Los estrógenos
Sabemos que los estrógenos —especialmente el estradiol— y la progesterona ejercen una función protectora frente a enfermedades cardiovasculares, cáncer de colon, osteoporosis, infecciones urinarias, alzhéimer, degeneración macular y cataratas. Su deficiencia durante la menopausia, por tanto, no solo afecta a los órganos internos, sino también a la piel, que es un tejido hormonalmente sensible. Desde nuestra experiencia en medicina preventiva y optimización hormonal, sabemos que este desequilibrio hormonal puede manifestarse de forma muy visible a nivel cutáneo, siendo a menudo una de las primeras señales clínicas del cambio metabólico y endocrino propio de esta etapa.
Las células cutáneas (queratinocitos, fibroblastos, melanocitos) expresan receptores estrogénicos, y su equilibrio depende en gran medida de la señal hormonal. A través de estos receptores, los estrógenos estimulan la producción de colágeno, ácido hialurónico y lípidos protectores. Cuando los niveles descienden, la piel pierde estructura, elasticidad y capacidad para retener agua. Durante los primeros cinco años tras la menopausia puede disminuir hasta un 30% el colágeno dérmico, y esta pérdida continúa de forma progresiva con el tiempo.

Como consecuencia, la piel se vuelve más fina, seca y frágil, con menor capacidad para recuperarse frente a agresiones externas. También se altera el equilibrio lipídico y la función barrera, lo que favorece la sensación de tirantez y la aparición de irritaciones. El flujo sanguíneo cutáneo disminuye, la renovación celular se ralentiza y las heridas tardan más en cicatrizar. Todo ello contribuye a un aspecto más apagado y a una textura menos uniforme. A veces, estos cambios se acompañan de hiperpigmentaciones, aumento del vello facial o caída del cabello, como resultado de un desequilibrio entre estrógenos y andrógenos.
El declive hormonal y sus consecuencias
El declive hormonal también se traduce en otros síntomas visibles y funcionales, como la atrofia vaginal y urogenital, la pérdida de tonicidad tisular o la aparición de arrugas más marcadas, todo ello acompañado de fatiga, insomnio, cambios de humor o disminución de la libido. Estos síntomas no deben asumirse como inevitables, sino como indicadores de que el organismo requiere una nueva estrategia de salud integral adaptada a esta etapa.
Las herramientas
La buena noticia es que hoy sabemos que esta etapa de la vida no tiene por qué vivirse desde la resignación. El abordaje debe ser integral que combine cuidados tópicos, nutrición adecuada y terapia hormonal personalizada, lo que restaura el equilibrio y la vitalidad de la piel.
- Una alimentación rica en antioxidantes, proteínas de calidad y ácidos grasos esenciales ayuda a proteger el colágeno y reducir el estrés oxidativo. Dormir bien, practicar ejercicio y protegerse del sol son gestos que, aunque sencillos, tienen un enorme impacto en la salud cutánea.
- El cuidado tópico también puede adaptarse a esta nueva fase. Las fórmulas con retinoides suaves, péptidos, ácido hialurónico y ceramidas fortalecen la barrera y estimulan la regeneración. Los antioxidantes como la vitamina C o la niacinamida aportan luminosidad y reducen los signos visibles del daño oxidativo. La hidratación profunda, tanto de día como de noche, se convierte en una aliada esencial y, en algunos casos, los tratamientos con láser o radiofrecuencia pueden ayudar a recuperar densidad y firmeza.
- Implementando una terapia hormonal sustitutiva se observa una mejora de la elasticidad y el grosor cutáneo, siempre que se valore de forma individual y bajo supervisión médica.
- También se investigan alternativas como los fitoestrógenos tópicos o los moduladores selectivos del receptor estrogénico, que podrían ofrecer beneficios más allá de la terapia sistémica bien implementada.
La piel en la menopausia necesita tiempo, comprensión y constancia. No se trata de frenar el paso del tiempo, sino de acompañarlo con inteligencia. Cuidar la piel en esta etapa es cuidar también de la autoestima y del bienestar integral, reconociendo que cada línea, cada cambio, forma parte de una nueva expresión de madurez y fortaleza. La belleza en la menopausia no desaparece: simplemente se transforma.


