Olga Selma
Olga Selma es redactora especializada en temas de salud, alimentación y consumo.
… saber más sobre el autorLa propiocepción es la capacidad del cuerpo para detectar su ubicación, así como los movimientos y acciones que realiza, consciente o inconscientemente. Es la razón por la que podemos movernos libremente sin pensar en ello. Así, podemos caminar sin mirar nuestros pies, tocarnos la nariz con los ojos cerrados o saber que tenemos las piernas cruzadas, aunque no las veamos. Para que ello sea posible, existe un continuo de retroalimentación entre los receptores sensoriales de todo nuestro cuerpo y el sistema nervioso para ejecutar las reacciones y respuestas reflejas automáticas.
Una buena propiocepción es importante para los movimientos del día a día y, especialmente en los deportes, porque de ella depende nuestro equilibrio y coordinación. Pero algunas lesiones o enfermedades que afectan nuestros músculos, los nervios y el cerebro pueden causar un deterioro de la propiocepción. Como es el caso, por ejemplo, de las lesiones cerebrales, las lesiones en las articulaciones, una hernia de disco, la artritis, la esclerosis múltiple, la diabetes, la enfermedad de Parkinson o la enfermedad de Huntington, entre otras.
Además, los cambios relacionados con la edad también afectan la propiocepción. Diversos estudios han encontrado que las personas mayores presentan una considerable disminución de la resistencia aeróbica, de la fuerza de agarre de las manos, de la fuerza de las piernas, de la movilidad articular y de la coordinación neuromuscular. De modo, que con la edad no solamente perdemos fuerza y resistencia, sino también propiocepción y equilibrio. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), siete de cada diez personas mayores de 65 años que sufren una caída en España padecen consecuencias, y en uno de cada diez casos las consecuencias son graves.
En todo ello podría afectar padecer una disfunción propioceptiva, cuando la habilidad de recibir la información desde las terminales nerviosas de músculos, tendones y articulaciones, no queda bien integrarla en el cerebro afectando la calidad del movimiento y el control muscular. Ello puede interferir en las actividades más simples y crear desde problemas de equilibrio, hasta una descoordinación en el movimiento, caídas y tropiezos, o incluso tener que evitar ciertas actividades por miedo a no poder hacerlas.
Ante este problema podemos recurrir a la fisioterapia, que involucra actividades para mejorar las habilidades motoras, la fuerza y el equilibrio; así como a distintos entrenamientos como los ejercicios de equilibrio, hacer tai chi o yoga, disciplinas que mejoran el equilibrio y la fuerza muscular de todo el cuerpo.