

Este diario, gracias a la colaboración de sus lectores, está hoy en condiciones de retratar con gran precisión el malestar del colectivo senior por el trato –el maltrato– recibido de la banca. La encuesta efectuada, y respondida por 11.565 personas, quizá la mayor prospección de estados de opinión que se hizo nunca en España, muestra las causas que motivaron la indignación de millones de usuarios. Y hay sorpresas. Quizá la mayor sea que ese malestar no es solo de viejecitos y viejecitas desvalidos: la irritación es sentida por los mayores de 50 años, señal de lo amplia que es la brecha tecnológica que la banca ignoró. Se queda corta, por tanto, la cifra de diez millones, que es la de jubilados. Estamos hablando de la mitad de más de veinte millones de españoles. Y de esa cantidad, el 70% está insatisfecho o muy insatisfecho. Los que respondieron son gentes que usan el ordenador, pero confiesan que carecen de los conocimientos imprescindibles para hacer gestiones bancarias y solo el 12% afirma que recibió algo de formación por parte de su banco: se les abandonó a su suerte, que es el infortunio del desamparo. Incluso para el uso de cajeros, con los que tienen problemas el 40% y graves problemas los mayores de 80 años. Díganme, después de esto, si es razonable o no la rebelión social producida. Y díganme si se puede arreglar con paños calientes. Nuestra respuesta es que no. Son minoría quienes piden arreglos como la ampliación del horario de atención, simplificar los servicios o atención en casa. Son absoluta mayoría (80 %) los que reclaman volver a la atención personalizada. Esa es, señoras y señores banqueros, la realidad. Si la escuchan, recuperarán prestigio. Si hacen oídos sordos, echarán más tierra sobre su decaída reputación.