5 consejos para celebrar la Navidad con un familiar con alzhéimer
Lo importante es que todos disfruten de unas fiestas más calmadas, reconfortantes y seguras
La Navidad es, por excelencia, una época de emociones, reencuentros y momentos compartidos en familia. Sin embargo, también implica cambios en las rutinas, desplazamientos, visitas y estímulos poco habituales que pueden desorientar o generar estrés en quienes viven con alzhéimer. Para ayudar a que todos disfruten de unas fiestas más calmadas, reconfortantes y seguras, la Fundación Pasqual Maragall propone cinco consejos sencillos que pueden marcar la diferencia.
1. Cuidarse para poder cuidar
El bienestar de la persona cuidadora es tan importante como el de la persona que padece alzhéimer. En ocho de cada diez casos, el cuidado recae en la familia (en un 76%, mujeres, hijas y esposas), que dedica una media de 70 horas semanales. Para prevenir la sobrecarga, conviene reservar espacios personales: asegurar un sueño reparador, mantener hábitos de movimiento suave (caminar, estiramientos, ejercicios respiratorios), y proteger al menos una actividad placentera a la semana (leer, pasear, llamar a amistades). También ayuda planificar pequeños descansos durante los días señalados: turnos de 20-30 minutos en los que otra persona asuma la supervisión.
En el plano emocional, poner nombre a lo que se siente (cansancio, culpa, duelo, frustración) facilita pedir apoyo y ajustar expectativas. Cuidarse no es egoísmo, sino una necesidad para poder ofrecer el mejor apoyo posible.
2. Buena comunicación familiar
Una coordinación clara entre familiares evita malentendidos y distribuye responsabilidades. Antes de las reuniones, resulta útil consensuar horarios, duración aproximada del encuentro y quién liderará cada tarea (cocina, mesa, acompañamiento, traslados). Durante la celebración, conviene hablar en un tono calmado, con frases sencillas y miradas que incluyan a la persona con alzhéimer en la conversación. Hacerla partícipe preguntándole por sus preferencias, mostrarle fotografías o explicar con antelación los pasos de la comida fortalece su seguridad.

Organizar turnos (un familiar o un amigo que esté especialmente atento) facilita que la persona cuidadora descanse y que todos puedan relacionarse. Tras el encuentro, un breve repaso de lo que funcionó y lo que conviene ajustar para la próxima vez ayuda a mejorar sin culpas.
3. Mantener las tradiciones familiares
La Navidad es un momento privilegiado para reactivar vínculos y la memoria afectiva. Mantener tradiciones familiares como cantar villancicos, colocar el belén o el árbol, encender una vela especial o preparar una receta familiar ofrece anclajes reconocibles. Si hay niños, su presencia aporta espontaneidad y ternura, ya que pueden colaborar en tareas sencillas (alcanzar adornos, traer servilletas, elegir una postal) y mostrar a la persona mayor dibujos o fotos.

También puede planificarse una “actividad para el recuerdo”: mirar un álbum, comentar anécdotas breves o pasear por un lugar significativo, siempre evitando la fatiga. Importa más la calidad que la cantidad: encuentros más cortos, con menos estímulos y objetivos modestos (una sobremesa tranquila, una canción compartida) suelen resultar más satisfactorios que largas reuniones con múltiples demandas.
4. Mantener la mente activa
La estimulación cognitiva funciona mejor cuando es placentera y significativa. Juegos de mesa adaptados, rompecabezas de pocas piezas, dominó con fichas de alto contraste o loterías visuales favorecen la atención, la memoria y la coordinación. La música vinculada a la biografía –canciones de juventud, coplas, villancicos conocidos– puede evocar recuerdos y mejorar el estado de ánimo; basta con una lista corta y un volumen moderado.
Otras propuestas son doblar servilletas, clasificar adornos por colores, pelar fruta o regar plantas: actividades con un inicio y un final claros que proporcionan logro y pertenencia. Para no saturar, conviene alternar 15-30 minutos de actividad con pausas de calma, y disponer de un “rincón tranquilo” con luz suave, una manta y una silla cómoda para cuando se necesite bajar los estímulos.
5. Cuidar la alimentación y los tiempos
Las comidas densas y extensas pueden agotar y confundir. Se recomienda simplificar el menú (platos reconocibles, texturas seguras, raciones pequeñas) y respetar los horarios habituales, aunque la celebración sea más tarde. Presentar los alimentos por pasos –primero el plato principal y luego el postre– reduce las distracciones.

Siempre que sea posible, la persona con alzhéimer debería participar en pequeñas tareas como poner cubiertos, elegir el postre entre dos opciones o ayudar a servir agua. Esas acciones aumentan la autoestima y la sensación de utilidad. Disponer de una vajilla estable (antideslizante, vasos ligeros) y evitar cambios drásticos en la mesa facilita la autonomía. Si el encuentro se alarga, una retirada breve a un espacio tranquilo o un paseo corto puede prevenir la agitación. Tras la comida, una rutina conocida (siesta corta, música suave) ayuda a cerrar el día con bienestar.
Estas fiestas pueden ser una oportunidad para reforzar los lazos familiares y crear momentos de alegría, conexión y serenidad, tanto para quienes cuidan como para quienes conviven con alzhéimer. Seguir pautas como estas puede ayudar mucho a ese propósito y propiciar instantes bonitos para el recuerdo; en el caso del familiar con alzhéimer, quizá ese recuerdo no perdure, pero disfrutar del momento y mantenerse tranquilo y contento durante estas fechas es más que posible.



