Avances

Avances para identificar el riesgo cardiovascular en la Neumonía Adquirida en la Comunidad

Teresa Rey

Foto: Bigstock

Martes 7 de enero de 2020

7 minutos

Se han descubierto una serie de biomarcadores cardiovasculares en un estudio de ámbito nacional

Avances para identificar el riesgo cardiovascular en la Neumonía Adquirida en la Comunidad
Teresa Rey

Foto: Bigstock

Martes 7 de enero de 2020

7 minutos

La Neumonía Adquirida en la Comunidad (NAC) puede incrementar las complicaciones por riesgo cardiovascular mientras se sufre o incluso después. Sin embargo, una investigación reciente publicada en la revista Chest, muestra una serie de avances que van a permitir predecir este riesgo a corto plazo. En concreto, se han descubierto una serie de biomarcadores cardiovasculares que ayudarían a identificarlo.

El riesgo cardiovascular

Los resultados provienen de un estudio multicéntrico de ámbito nacional que se ha efectuado dentro del programa de investigación integrado (PII) de infecciones respiratorias de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ @SeparRespira), con financiación de esta sociedad y del Instituto de Salud Carlos III. Este estudio ha incluido a neumólogos de cuatro hospitales españoles, especialistas en análisis clínicos y un cardiólogo.

Esta enfermedad se da con más frecuencia en los extremos de la vida, durante la infancia y en personas mayores. La incidencia es de tres a cinco casos por 1.000 adultos por año y es una de las enfermedades infecciosas más prevalentes que causa una alta morbilidad y mortalidad.

Quienes sobreviven a una NAC continúan teniendo durante los diez años siguientes un riesgo de complicaciones y mortalidad cardiovascular más elevado si se les compara con pacientes de edades y comorbilidades similares, indican desde la Separ. Las complicaciones cardiovasculares incluyen el infarto agudo de miocardio (IAM) o angina, las arritmias, el edema agudo de pulmón, o el ictus.

Esta enfermedad es de por sí un riesgo cardiovascular, tal y como se ha comprobado en los últimos años, pues en ella se implican mecanismos como la desestabilización del endotelio vascular, los desequilibrios entre factores proinflamatorios y antiinflamatorios, y la aceleración de los procesos de arterioesclerosis, entre otros.

Desde el punto de vista de algunos expertos, este hecho tiene la suficiente entidad como para que se trate de identificar a los pacientes con riesgo de desarrollar estos problemas del corazón, con suficiente margen de tiempo y que así puedan acceder a un tratamiento personalizado.

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Objetivo del estudio

Este ha sido en parte el objetivo del estudio, que ha buscado identificar la utilidad de biomarcadores inflamatorios y cardiovasculares, y así evaluar el riesgo de sufrir eventos cardiovasculares en personas que han superado una neumonía, tanto a corto plazo (dentro de los primeros 30 días) como a largo plazo, durante un año de seguimiento.

El análisis se ha centrado en 730 pacientes hospitalizados con neumonía a los que se ha seguido prospectivamente durante un año. Este seguimiento se basó en realizar un análisis de una serie de biomarcadores concretos en determinados periodos: transcurrido el primer día, a los cuatro o cinco días y al día 30 después de ser diagnosticados de neumonía. Algunos de estos biomarcadores fueron la proadrenomedulina, la proBNP o la endotelina. “De los pacientes incluidos con NAC, un 13% desarrollaron algún tipo de enfermedad cardiovascular durante los primeros 30 días, y un 9,2% más en el seguimiento a un año”.

En los pacientes con un evento cardiovascular de forma precoz se apreciaron niveles más elevados de los distintos biomarcadores analizados en las primeras 24 horas del ingreso. Al mismo tiempo, se observó que los niveles de biomarcadores el día 30 predijeron el riesgo de eventos cardiovasculares durante el primer año, tras realizar ajustes por edad y trastornos del corazón previos.

Lo que ha demostrado, por tanto, el estudio es que estos biomarcadores resultan útiles para detectar los pacientes con una mayor posibilidad de sufrir riesgo cardiovascular a corto y largo plazo. Este descubrimiento, lo que facilita es la creación de tratamientos personalizados y el diseño estudios de futuras intervenciones para reducir la posibilidad de sufrir un episodio cardiovascular.

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Investigación sobre la vacuna

El Streptococcus pneumoniae o neumococo es la principal bacteria desencadenante de la neumonía comunitaria, pero también de la otitis, de la neumonía neumocócica (NN) y de la enfermedad neumocócica invasora (ENI), que es cuando este microorganismo pasa a la sangre. En menor frecuencia también produce meningitis. En la actualidad, existen dos tipos de vacunas que pueden prevenir esta infección: la vacuna polisacárida, de 23 serotipos o tipos diferentes de neumococos (VNP23) y la vacuna conjugada de 13 serotipos (VNC13).

De las dos, la VNC13 es la que produce “una inmunidad mayor y más duradera, por lo que únicamente es necesario vacunarse una vez en la vida en pacientes inmunocompetentes con enfermedades de base”, explica el neumólogo Francisco Sanz Herrero y miembro de la Separ.

Además, en un ensayo clínico reciente efectuado a más de 84.000 personas de más de 64 años se ha verificado la eficacia de la VNC13 para prevenir tanto la enfermedad neumocócica invasora como la neumonía neumocócica: “Aunque se precisan más estudios con ambas vacunas en distintas situaciones comórbidas, es esperable un claro beneficio en términos de morbimortalidad, especialmente con la vacuna conjugada (VNC13)”, tal y como se especifica en el Consenso sobre la vacunación anti-neumocócica en el adulto por riesgo de edad y patología de base. Actualización 2017, firmado por dieciocho sociedades científicas.

Según este consenso y en lo que respecta a las personas mayores, esta vacuna está aconsejada en mayores de 65 años inmunocompetentes y sanos, y en todas aquellas personas con otras patologías de base o factores de riesgo como tener alguna enfermedad respiratoria como la EPOC, enfermedad hepática crónica, enfermedades cardiovasculares crónicas como la hipertensión, enfermedades hepáticas, diabetes, tabaquismo y alcoholismo

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Teresa Rey

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