Teresa Rey
Preguntas
Esto es lo que sucede cuando los mayores padecen obestrés
Si el estrés se ha instalado en nuestras vidas puede que no paremos de comer y que tengamos obesidad
Cada persona reacciona al estrés de una forma determinada. Y está comprobado que la forma de responder ante este estímulo no sigue un patrón definido. ¿Qué ocurre cuando esta tensión es una constante en nuestras vidas y nos da por comer sin control y desenfreno? Pues entonces podemos estar padeciendo lo que se ha denominado como obestrés. Lo cual hace que nos enfrentemos a dos problemas de salud responsables de importantes enfermedades y que además generan más complicaciones en personas de riesgo: la obesidad y el ya mencionado estrés.
Cambios en los patrones alimentarios
Desde la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN @sociedadSEEN) aseguran que en situaciones de estrés el 20% de la población no varía su patrón alimentario, pero el 40% sí lo modifica y acaba decantándose por alimentos con alto contenido calórico, es decir, principalmente grasas y dulces. También expone que tres de cada diez personas con obesidad sufren problemas de estrés. Además, este último de por sí es un factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades cardiovasculares.
Son muchos los elementos externos que favorecen la presencia de estrés en nuestras vidas, la inestabilidad económica, problemas personales o laborales, en los mayores, la soledad o afrontar una nueva etapa vital como puede ser la jubilación o la pérdida de un ser querido. Todo ello suma e incrementa este estado de alerta hasta volverlo en una condición crónica que se ha establecido en la cotidianidad de muchas personas.
En cuanto a la forma de alimentarnos, los expertos explican que en estos casos se tiende a cambiar patrones alimentarios, pero de forma negativa. A la hora de elegir los alimentos se suele preferir los menos saludables y se aumenta el tamaño de las raciones. Esto incrementa la acumulación de adipocitos, sobre todo, en la parte central del cuerpo, en la cintura, y es más evidente en los hombres.
Así pues, se considera que las personas estresadas prefieren productos que generan más sensaciones agradables al paladar, es decir, los llamados alimentos de “recompensa”. Aquellos a los que asociamos experiencias felices porque son los que se consumen en los momentos de ocio y dispersión con más frecuencia. Al haber este vínculo y al ser comidas preparadas para “enganchar”, finalmente se recurre más a ellas porque el afectado ve en ellas una manera de manejar su estrés, ya que le producen una sensación de placer y le calman. Todos sabemos cuáles son estas delicias culinarias: principalmente los dulces y los snacks salados.
Estudios y el cerebro
Diversos estudios prospectivos han permitido identificar qué individuos son más propensos a padecer obestrés. El hecho de tener sobrepeso y una obesidad leve es una condición que predispone a incrementar la ingestas a través de estas sustancias. No ocurriría lo mismo con aquellos que presentan un peso en un principio normal o bajo. En estos casos, o no se modifica la cantidad o en todo caso se disminuye. “Estas observaciones permiten sugerir que la diferencia entre unos y otros que justificara esta distinta respuesta podrían ser las concentraciones de insulina, mayores en aquellos con mayor índice de masa corporal”, apunta el investigador y experto en obesidad Alberto Lecube.
Al mismo tiempo hay que tener en cuenta cómo interfiere el estrés en el cerebro ya que interactúa con otros sistemas para regular funciones endocrinas, inmunológicas, metabólicas y cardiovasculares. Por ejemplo, por un lado aumenta los niveles de eicosanoides malos, unas hormonas que favorecen los procesos inflamatorios. De igual modo, hay que tener en cuenta que en situaciones de estrés se libera cortisol (hidrocortisona), una hormona esteroide producida por la glándula suprarrenal. Esta a su vez provoca la activación de hormonas y enzimas que almacenan la grasa, dificulta la secreción de la hormona del crecimiento y da lugar a retención de líquidos.
Otros estudios han determinado que el estrés diario y las interrupciones del reloj interno del cuerpo, puede aumentar el riesgo de desarrollar trastornos metabólicos, entre los que se habla de la obesidad y la diabetes tipo 2. Algunos experimentos realizados con ratones han mostrado que las respuestas al estrés dependían del reloj corporal, de modo que la ingesta de alimentos y el aumento de peso tienen más probabilidades de verse afectados negativamente cuando el estrés sucede en su fase inactiva. En los ratones es por el día, pero en los humanos ocurre por la noche. Del mismo modo, se ha visto que esta condición repercute de forma perniciosa en el metabolismo.
Cómo combatirlo
Ante esta situación los expertos recomiendan que hagamos una correcta distribución de las comidas a lo largo del día, sin olvidarnos del desayuno. Si este es adecuado puede evitar que tengamos más necesidad de picotear a lo largo de la mañana y con un tentempié a mitad de la misma habremos cubierto nuestras ansias por comer. Siempre hay que recurrir a opciones saludables en esos espacios entre comidas principales, como frutos secos o una pieza de fruta. Y después tratar de controlar el estrés haciendo ejercicio físico y actividades que nos gusten y nos ayuden a evadirnos por un rato de las preocupaciones de siempre.