Sabemos que, especialmente en las personas mayores, prestar la debida atención a la salud y el cuidado de los pies reviste máxima importancia. No solo porque de ellos depende, en gran medida, la estabilidad en cada uno de nuestros pasos, sino porque son diversas las patologías que pueden tener su origen en una mala pisada.
En este tema también tienen especial relevancia las enfermedades que afectan directamente a la planta o los dedos de los pies, como la fascitis, los espolones calcáneos o los dedos en garra, pero, además, hay otras afecciones que, aunque en un principio no lo parezca, dependen en gran medida de la manera, correcta o incorrecta, en la apoyemos cada pie.
La distribución del propio peso, el adelantar más o menos la cadera, los giros inapreciables, hacia adentro o hacia afuera, que hacemos con las rodillas al caminar y que pueden acabar dañando la articulación… Pisar bien no solo afecta a los pies, sino a nuestra salud en general.
No es fácil y lleva tiempo, pero cuando es la forma de andar la que está resultando perjudicial, es necesario tomar medidas.
Como indican expertos podólogos, cada uno tenemos nuestra forma de caminar. Podemos tender a descargar la mayor parte de nuestro peso en la cara externa del pie, o viceversa, apoyar primero el talón o la punta, o caminar más deprisa o mas despacio. Si no hay anomalía física alguna, ni presentamos molestias o dolores, no hay que dar demasiada importancia a este hecho; pero si existen patologías, por ejemplo, de espalda, rodillas o caderas sin que haya una lesión o enfermedad que las justifique, el origen de un posible dolor o malestar podría estar en algo tan básico como es pisar de una manera que, sin darnos cuenta, daña poco a poco los músculos y las articulaciones.
La pisada se puede modificar a cualquier edad y, en ocasiones, es fundamental hacerlo, porque los pies también cambian a medida que pasan los años y en la edad adulta pueden necesitar correcciones frente a anomalías que no se presentaban cuando éramos más jóvenes.
Existen distintos métodos correctivos de la pisada. Tras el correspondiente estudio, el podólogo determinará cuál de ellos es el más adecuado en cada caso. Unas plantillas terapéuticas personalizadas, que contribuyan a corregir cualquier pequeña desviación de los dedos; técnicas específicas de fisioterapia que proporcionen mejoras y alivio de esas molestias en pocas semanas, y también ejercicios sencillos que puedes realizar en casa son algunos de los métodos que ayudan a que pises no solo con total seguridad, sino también de manera que cuides el resto de la estructura que forma tu cuerpo.
Fortalecer la plata del pie, conseguir una mayor flexibilidad en las articulaciones de los dedos y, en definitiva, mejorar la funcionalidad en cada uno de tus pasos puede lograrse realizando estos ejercicios con algo de constancia, es decir, al menos dos veces a la semana.