
La menopausia cambia la forma en la que debuta la esclerosis múltiple
También influye en los tipos de problemas de salud asociados que experimentan las mujeres afectadas

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Ha sido en Barcelona durante la celebración del 41.º Congreso del Comité Europeo para el Tratamiento y la Investigación de la Esclerosis Múltiple (ECTRIMS 2025) (24-26 de septiembre) cuando se ha presentado una nueva investigación que arroja nueva luz sobre cómo la menopausia influye de forma distinta en las manifestaciones clínicas y las complicaciones de salud asociadas en mujeres diagnosticadas con esclerosis múltiple (EM). Esta investigación, realizada por Yasemin Şimşek y su equipo, ofrece evidencia de que los cambios hormonales inherentes a la menopausia modulan no solo el cuadro sintomático inicial de la EM, sino también la carga y la naturaleza de las comorbilidades presentes, lo que señala un cambio de paradigma hacia nuevas vías de diagnóstico, enfoques terapéuticos más matizados y adaptados a cada etapa de la vida.
Yasemin Şimşek es enfermera especializada y coordinadora del Centro de Tratamiento e Investigación de Trastornos Neuroinmunológicos del Hospital Medical Point de la Universidad de Economía de Esmirna (Turquía). En este puesto, coordina los servicios de atención al paciente, gestiona los flujos de trabajo clínicos y apoya los protocolos de investigación que buscan mejorar los resultados de las personas con esclerosis múltiple y trastornos neuroinmunológicos relacionados.
La esclerosis múltiple, un trastorno autoinmune crónico caracterizado por la desmielinización y la neurodegeneración del sistema nervioso central, afecta desproporcionadamente a las mujeres, y se sabe que la progresión de la enfermedad se intersecta significativamente con variables biológicas específicas del sexo. Sin embargo, a pesar de las diferencias establecidas en la trayectoria de la enfermedad entre sexos, el papel de la menopausia en la aparición y evolución de los síntomas de la EM había permanecido poco explorado hasta esta investigación crucial.
Con 864 pacientes
El estudio analizó meticulosamente un sólido conjunto de datos compuesto por 864 pacientes de una cohorte mayor de 4.191 individuos. Dentro de este subgrupo, 298 eran mujeres premenopáusicas, 300 mujeres posmenopáusicas y 265 hombres de la misma edad, lo que proporcionó una perspectiva integral para comparar la presentación inicial de la enfermedad según el género y el estado menopáusico. Se emplearon métodos estadísticos avanzados para analizar las sutiles divergencias en la topografía de los síntomas y los patrones de comorbilidad, con especial atención a los mecanismos neuroinflamatorios y neurodegenerativos que subyacen a la sintomatología de la EM.
El nervio óptico como primer síntoma
Curiosamente, el análisis reveló una marcada predilección por el nervio óptico como el sitio inicial de los síntomas clínicos en mujeres premenopáusicas, con un sorprendente 21,8% que presentó neuritis óptica. Esto contrastó con una incidencia notablemente menor en mujeres posmenopáusicas (15%) y hombres (11,7%). Por el contrario, la afectación de la médula espinal como manifestación inicial fue predominante en mujeres posmenopáusicas (44%) y hombres (48,3%), superando el 27,5% observado en sus contrapartes premenopáusicas. Estos hallazgos implican la influencia moduladora del estrógeno y otras hormonas sexuales en la vulnerabilidad regional del sistema nervioso central, posiblemente a través de vías neuroprotectoras y la calibración de la respuesta inmunitaria.

"Estas diferencias probablemente reflejan los efectos biológicos de los cambios hormonales. El estado hormonal, la modulación del sistema inmunitario y los mecanismos neuroprotectores probablemente influyan en cómo se desarrollan las lesiones y dónde aparecen los primeros síntomas. Las mujeres premenopáusicas más jóvenes pueden presentar respuestas inflamatorias más intensas, lo que da lugar a ciertos patrones sintomáticos, mientras que las personas mayores, tanto hombres como mujeres posmenopáusicas, pueden experimentar una aparición de síntomas más insidiosa y progresiva debido a procesos neurodegenerativos", explicó la enfermera y autora del trabajo
El corazón, la enfermedad más frecuente asociada
El análisis también demostró diferencias notables en la carga de comorbilidad. Solo el 15,1% de las mujeres premenopáusicas presentaba comorbilidades, en comparación con el 41% de las mujeres posmenopáusicas y el 36,6% de los hombres. Entre las mujeres posmenopáusicas, la enfermedad cardiovascular (incluida la hipertensión, la arritmia y la enfermedad arterial coronaria) fue la comorbilidad más frecuente, afectando al 24,7%. Los trastornos endocrinos y metabólicos, como la diabetes tipo 2, el hipotiroidismo y la dislipidemia, también fueron frecuentes en las mujeres posmenopáusicas, observándose en el 10,3%. Por el contrario, las comorbilidades psiquiátricas, como la depresión y la ansiedad, fueron más comunes en las mujeres premenopáusicas que en las posmenopáusicas. En general, los hombres tenían un perfil de comorbilidad similar al de las mujeres posmenopáusicas, particularmente con respecto al riesgo cardiovascular.
"La menor prevalencia de trastornos cardiovasculares y metabólicos en mujeres premenopáusicas puede atribuirse en parte a los efectos protectores del estrógeno y a una edad biológica más joven. Por otro lado, las comorbilidades psiquiátricas podrían ser más frecuentes en este grupo debido a un mayor estrés psicosocial, la aparición más temprana de enfermedades y la posible influencia hormonal en la regulación del estado de ánimo". insistió Şimşek.
Implicaciones clínicas
Los patrones de mortalidad subrayan aún más estas diferencias. Durante el período de estudio, fallecieron 15 hombres y 9 mujeres posmenopáusicas, mientras que no se reportaron fallecimientos entre las mujeres premenopáusicas.
La investigadora recalcó que "estos hallazgos tienen implicaciones importantes para la atención clínica. Los hombres y las mujeres posmenopáusicas podrían beneficiarse de estrategias dirigidas a la neurodegeneración y la prevención de la discapacidad, mientras que las mujeres premenopáusicas podrían requerir un seguimiento más estrecho de la actividad de las recaídas y la optimización de las terapias modificadoras de la enfermedad".