
Longevidad saludable: estar con nietos o participar en clubes sociales, clave para vivir más y mejor
Las actividades sociales son tan importantes como la dieta o el deporte para vivir más y mejor

Esta es una de las razones más poderosas por las que unas personas viven más que otras
Su nombre ha 'dado la vuelta al mundo' y con razón. Jeanne Calment fue la supercentenaria francesa. Vivió hasta los 122 años, la esperanza de vida humana más larga registrada. Y fue ella misma la que atribuyó su extraordinaria longevidad a varios factores, como el consumo de aceite de oliva, una copa de oporto cada noche, la risa frecuente y una actitud resiliente. "Si no puedes hacer nada al respecto, no te preocupes", bromeó con su famosa frase.
Como documenta la Universidad de Salud Publica Chan de Harvard en EE. UU: "Si bien los científicos tienden a estar de acuerdo sobre los beneficios del aceite de oliva (menos aún una copa nocturna diaria), las investigaciones muestran cada vez más que los factores sociales y psicológicos, como estar conectado con otros, tener una perspectiva optimista y poseer una mentalidad positiva y resiliente, como Calment, también juegan un papel fundamental en la promoción del bienestar y la longevidad”.
Un primer ejemplo
Vamos con un primer ejemplo: un estudio reciente publicado en 'BMJ Mental Health' constata que la resilencia, la capacidad de afrontar y adaptarse bien a las circunstancias y acontecimientos desafiantes de la vida en la vejez está vinculada a un menor riesgo de muerte. Los hallazgos subrayan la importancia de los esfuerzos para reforzar la resiliencia mental para vivir más, concluyen los investigadores.
A raíz del caso Calment, los científicos de Harvard, con cuyas reflexiones arrancamos este artículo, quisieron ir 'un paso más allá' sobre el impacto del vínculo entre la interacción social y una mayor longevidad: "Pedimos a miembros del cuerpo docente de la Universidad que opinaran sobre los beneficios de estar conectado y cómo los lazos sociales y otros factores pueden fortalecer el sentido de pertenencia de las personas y conducir a una mejor salud”.

Y 'eureka': los investigadores coincidieron en que la conexión social puede ayudar a las personas a vivir vidas más largas y saludables. Estar socialmente desconectado, por ejemplo, se asocia con un mayor riesgo de enfermedades, como cardiopatías, accidentes cerebrovasculares, ansiedad, depresión y demencia. También se ha demostrado que la soledad y el aislamiento social aumentan el riesgo de muerte prematura en un 26% y un 29%, respectivamente.
Pero como aclara a este diario la Dra. Esther Camacho Ortega, psicogerontóloga, neuropsicóloga y coordinadora del Grupo de Buen Trato a las Personas Mayores del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid, cuya opinión retomaremos más adelante: "No se trata solo de 'hacer cosas', sino de hacerlo con sentido, con propósito, en línea con lo que para cada persona es importante". Y puntualiza: "Es fundamental recordar que la participación no es un lujo, sino un derecho. Desde la perspectiva del Buen Trato y de la Atención Centrada en la Persona, participar en la vida comunitaria es parte esencial de una vida digna. Y es importante también respetar que no todas las personas quieren participar de la misma manera: el respeto a los deseos, ritmos y estilos de relación de cada persona es un principio básico del Buen Trato".
'El Efecto Roseto': segundo ejemplo
En Roseto, un pequeño pueblo italiano, el número de personas que sufrían un infarto era tan reducido en comparación con los habitantes del este de Pennsylvania (EE.UU), que los especialistas que estudiaban ambas zonas llegaron a creer que los habitantes italianos eran portadores de unos genes especiales que protegían sus corazones. Años más tarde, los expertos dieron con la clave: los residentes de este pueblo nunca se sentían solos, ya que vivían bastante juntos y mantenían unas relaciones muy estrechas.
Aquel hallazgo, conocido más tarde como 'El efecto Roseto', del que se han publicado muchos trabajos como el recogido en 'American Journal of PublicHealth' fue la base de libro: 'Sobreponerse a la soledad cada día de nuestras vidas', publicado en Enero de 1996 y elaborado por un equipo de psiquiatras del Hospital McLean.
En él se asegura que la convivencia ofrece una fuerte protección contra la enfermedad y la muerte. La soledad, en cambio, puede llegar a matar, como el tabaco, la obesidad o la hipertensión. Y ya por aquel entonces, el doctor Richard Schwartz, uno de los autores del libro, afirmó: "La soledad en uno de los mayores problemas públicos de salud. Y la mayoría de los psiquiatras no tiene registrado el fuerte impacto que este estado tiene sobre el organismo y la mente".
A día de hoy, y como apunta, la Dra. en Psicología Belen Gema Pérez Rojo, del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid. Catedrática de la Universidad CEU San Pablo y codirectora de la Cátedra de Buen trato a personas mayores DOMUS-VI y CEU San Pablo, "la soledad no deseada es un gran reto en la actualidad y la participación social puede ser una buena herramienta para abordarla".

'Sobreponerse a la soledad cada días de nuestras vidas'
Por lo tanto, quédate con estas palabras que los científicos de Harvard ponen en voz alta: conexión social, prosocialidad, espiritualidad, optimismo, y trabajo. Cada vez hay más evidencia que sugiere que estos cinco factores pueden desempeñar un papel importante en la mejora del bienestar de las personas y las comunidades.
Pero sabemos que, en todo el mundo, la desconexión social se está expandiendo como una pandemia. Fue hace tan solo seis años cuando la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) clasificó el aislamiento social de un problema de salud pública creciente que debe tomarse tan en serio como problemas más conocidos como el tabaquismo, la obesidad y el sedentarismo (en lugar de la hipertensión mencionado anteriormente). La gravedad de la "epidemia de soledad" llevó a la OMS a crear oficialmente un grupo de trabajo para abordar la soledad en 2019. Tras esta iniciativa, muchos científicos de la salud conductual han dedicado gran parte de su investigación a comprender mejor los riesgos presentes.
Y este mensaje lo refuerzan cada vez más estudios. Tercer ejemplo: Un artículo de revisión reciente, publicado por investigadores de la Universidad de Rutgers (Nueva Jersey, EE.UU), describe los mecanismos psicológicos y fisiológicos de la conexión y el aislamiento social. En muchas especies, incluida la humana, las investigaciones indican que los periodos prolongados de aislamiento se asocian con un mayor estrés y cambios relacionados en la estructura cerebral. Esta mayor respuesta al estrés también se relaciona con disfunciones a corto y largo plazo del eje hipotálamo-hipofisario-adrenal (HHA), que ayuda a regular el sistema nervioso autónomo, el sistema inmunitario y otras vías funcionales.
Las investigaciones indican que estos cambios en el eje HHA son similares a los que se producen con eventos adversos en la primera infancia, que se sabe que afectan la regulación social y emocional y el procesamiento de recompensas a lo largo de la vida. Mientras que los casos agudos de aislamiento tienden a aumentar nuestra motivación para conectar con los demás, la soledad crónica se asocia con una disminución del deseo de conexión y pertenencia mutuas, lo que destaca la importancia de hacer de la interacción social un factor clave en el estilo de vida.
La característica esencial de la sociedad humana
Existe una característica que define a la ‘perfección’ a la sociedad humana es que las vidas individuales están entrelazadas a través de las relaciones sociales. La participación social plena es una necesidad humana tan fundamental que la investigación desde la década de 1900 ha encontrado que la falta ella aumenta las probabilidades de muerte en al menos un 50%, como destaca un ensayo de 'PLOs Medicine'.
A medida que la esperanza de vida ha aumentado en los países industrializados, la longevidad excepcional, definida típicamente como la supervivencia de 85 años, como señalan trabajos como el publicado en 'Epidemiological Reviews,' se ha vuelto cada vez más común.
La evidencia empírica obtenida a través de diversos organismos ha demostrado consistentemente que las mejoras en la esperanza de vida a menudo coexisten con un retraso en la mortalidad, tal y como refleja un artículo de 'Aging Cell'. Por lo tanto, el estudio de los factores asociados con una mayor longevidad puede generar nuevos conocimientos sobre cómo promover vidas largas y saludables (también conocidas como "esperanza de salud").
Y esta investigación sobre la longevidad excepcional se ha centrado principalmente en la identificación de factores biomédicos (por ejemplo, variantes genéticas) que están asociados con una mayor supervivencia, pero sabemos que desde hace años ha saltado a la palestra que los factores no genéticos también importan. En consecuencia, es ella la que ha comenzado a identificar activos psicosociales, como el optimismo y otras facetas del bienestar psicológico, como posibles predictores de una vida más larga. Y como cambia esperar, las relaciones sociales también se han identificado como un predictor clave de la salud humana, como se insiste por ejemplo en una investigación de 'Amercan Journal of Public Health'.
La ciencia ha demostrado efectos beneficiosos del apoyo social y las redes en una amplia gama de resultados de salud, con vías cognitivas, emocionales, conductuales y biológicas directas propuestas para explicar estas asociaciones observadas. Y entre todas esta ‘arquitectura’ de sólidas evidencias, llega una última que pone el foco en las actividades sociales 'por las que apostar para vivir más y mejor'.
Actividades sociales 'claves' para la longevidad
Publicada en el Journal of the American Geriatrics Society' indica que la participación social puede ayudar a las personas mayores a vivir más tiempo. De hecho las personas socialmente activas pueden adoptar comportamientos más saludables, como una mayor actividad física y una reducción del consumo de tabaco y alcohol, lo que puede conducir a mejores resultados de salud, informa un trabajo de 'Socia & Science Medicine' .
Participar en actividades sociales y comunitarias (arte, deportes, voluntariado) y mantener conexiones interpersonales significativas es vital para crear entornos amigables para las personas mayores. No solo tienen el potencial de mejorar directamente la salud al reducir la incidencia de enfermedades, sino que también contribuyen indirectamente a través de una red multifacética de factores psicológicos, biológicos, conductuales y económicos.

El compromiso social también mejora el bienestar mental a través de la reducción del estrés, un mejor estado de ánimo y una mayor estimulación cognitiva. Además, las conexiones sociales fuertes pueden activar mecanismos biológicos que retardan el envejecimiento y reducen los riesgos asociados con el envejecimiento biológico acelerado.
Los avances en gerociencia han introducido el concepto de "edad biológica", que refleja los efectos acumulativos de los comportamientos de salud de un individuo, las predisposiciones genéticas y las exposiciones ambientales y, por lo tanto, puede ser un mejor indicador del riesgo de mortalidad que simplemente la edad cronológica.
Pues bien, volviendo al nuevo estudio realizado en 2016 con 2.268 personas estadounidenses mayores de 60 años que completaron los Cuestionarios Psicosociales y de Estilo de Vida y proporcionaron muestras de sangre, se observó una fuerte asociación entre la participación en actividades sociales y un bajo riesgo de mortalidad a los 4 años. Una alta participación social se asoció con un riesgo de mortalidad un 42 % menor que una baja participación. Apuntan específicamente el compromiso interpersonal y comunitario en cuatro dominios:
1. Interacción con otros: como actividades con nietos, participación en artes comunitarias, cursos educativos, reuniones de organizaciones no religiosas),
2. Grupos de pasatiempos: como juegos de palabras o de cartas, etc.
3. Grupos deportivos: por ejemplo clubes deportivos o sociales.
4. Trabajo voluntario: como el voluntariado con niños o trabajo de caridad.
Los investigadores excluyeron actividades solitarias como leer, usar el ordenador, mantenimiento del hogar y pasatiempos personales, así como medidas de actividad física como caminar y ejercicio regular, "para enfocarnos específicamente en la interacción social", documentan.
Los resultados muestran que "actividades específicas, como el trabajo de caridad, la interacción con los nietos y la participación en deportes o clubes sociales, fueron predictores particularmente significativos de un riesgo reducido de morir. Además, los análisis indicaron que el envejecimiento biológico desacelerado y los mayores niveles de actividad física desempeñaron un papel clave para facilitar la relación beneficiosa entre el compromiso social y las tasas de mortalidad más bajas.
"Mantenerse socialmente activo es más que una simple elección de estilo de vida. Está estrechamente relacionado con un envejecimiento más saludable y una mayor longevidad”, ha afirmó el autor correspondiente Ashraf Abugroun,de la Universidad de California en San Francisco. Y ha insistido: “Estos resultados subrayan cómo la participación en la vida comunitaria contribuye a una mejor salud en los adultos mayores".
'Super-envejecimiento'
Este diario ha hablado con dos expertas para profundizar en este estudio y en todo lo que se ha apuntado en este artículo.
La Dra. en Psicología Belén Gema Pérez Rojo, apunta: "Este estudio apoya los estudios previos realizados al mostrar el impacto positivo de la participación social en la salud física, psicológica y social y la longevidad de las personas mayores. Además, un punto relevante de él justamente es la relación de la participación social con la longevidad y las personas mayores al encontrarse una disminución en el riesgo de mortalidad en quienes tenían un nivel alto de participación social. De ahí la clave del entorno social para el envejecimiento activo".

Dra. Belén Gema Pérez Rojo
Recalca además que "un aspecto importante también es que las actividades sociales mencionadas en el artículo se pueden adaptar a las necesidades y prioridades individuales de cada uno. Participar en actividades engloba no solo la parte social sino también fomenta la estimulación cognitiva y la capacidad funcional de la persona, tan importante para prevenir la dependencia".
De las misma opinión se muestra la Dra Camacho, que dentro de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) es coordinadora del Grupo de Psicología del Envejecimiento y secretaria del Grupo de la Imagen de la Vejez, además de consultora de innovación de Envita: "El artículo se suma a la tendencia actual en gerontología, de la preocupación por las actividades significativas como fuentes de sentido y bienestar en personas mayores (y no solo en personas mayores). Así, refuerza con evidencia científica algo que desde la práctica cotidiana en el modelo de Atención Integral y Centrada en la Persona (AICP) sabemos muy bien: participar en la vida social no solo mejora el bienestar emocional, sino que literalmente puede ayudar a las personas mayores a vivir más y sobre todo lo más importante, con disfrute".
Considera también que "las personas mayores que participan más activamente en las actividades sociales señaladas tienen una edad biológica más baja que su edad cronológica. Es decir, física y mentalmente presentan un menor envejecimiento. Y esto es muy interesante, porque cada vez vemos más casos de personas que llegan a edades avanzadas —75, 85, incluso 95 años— con un nivel de salud y vitalidad que antes no era frecuente. A este fenómeno lo llamamos 'super-envejecimiento' o 'super-aging', y es un cambio que debemos tener muy en cuenta a la hora de diseñar cómo acompañamos a las personas en la vejez”.
Iniciativas nacionales para la conexión social
Dstaca la experta que en Espala se están promoviendo algunas iniciativas para mejorar la integración social de los mayores en actividades sociales, pero "todavía no es suficiente. Hay iniciativas muy valiosas como actividades en barrios, programas intergeneracionales, grupos de acompañamiento, pero es importante destacar especialmente los proyectos que impulsan las propias personas mayores".
Y pone como ejemplos: "el podcast El Café del Alzheimer, promovido por la Asociación de Familiares de Personas con Alzheimer de Andújar; los huertos urbanos autogestionados que encontramos en muchos barios; el liderazgo de numerosas asociaciones no específicamente de mayores pero coordinadas en gran parte por personas mayores; o los grupos profesionales impulsados por jubilados, como el Foro de Veteranía del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid. Estos proyectos demuestran que las personas mayores no son solo destinatarias de actividades, sino protagonistas que crean, dinamizan y lideran espacios de participación".
Sin embargo, reconoce, que ·todavía muchas personas mayores no tienen oportunidades reales para participar de forma activa y significativa. "Hay barreras físicas, sociales, culturales, o bien no se ha cultivado a lo largo de la vida una red social fuerte que les permita hacerlo. Hay que pensar en que tampoco nos han educado para hacerlo. Por ello en España hay un panorama desigual".
"Hay personas mayores con una fuerte participación e incluso liderazgo en la comunidad, pero otras que, por diversas razones, encuentran barreras que les aíslan e impiden que accedan a las oportunidades de hacerlo. Además, este mensaje: la importancia de estar activos y de socializar. No es nuevo. Hace años que lo sabemos desde la gerontología, la psicología del envejecimiento y la práctica profesional. Lo que este estudio aporta es una prueba muy concreta: participar de manera activa ayuda a vivir más y mejor. Distintos modelos para comprender el envejecimiento como el del envejecimiento activo nos han impulsado a ello, pero debemos ser conscientes del peso que esto conlleva para las propias personas mayores y evitar que la recomendación para la prevención se convierta en una herramienta para acusar o culpabilizar a aquellas personas que no pudieron o no tuvieron las oportunidades para hacerlo", apostilla.

Esther Camacho
Y hace especial hincapié: "Y aquí quiero subrayar algo que las propias personas mayores nos dicen: participar no es simplemente estar entretenidos o llenar el tiempo, sino seguir sintiéndose protagonistas de su vida y de sus relaciones, esto es, tener actividades significativas para la persona, que vayan entorno a sus fuentes de sentido personales. Las actividades que propone el trabajo son, precisamente, las que realmente dan sentido, propósito y pertenencia, y contribuyen a un envejecimiento más saludable".
Interpelación a los más jóvenes
Además, este estudio interpela también a las generaciones más jóvenes. "Si hoy tomáramos las recomendaciones del estudio, ¿las cumpliría una persona de 20 o 40 años? ¿Participa en actividades comunitarias? ¿Tiene redes relacionales sólidas? ¿Cultiva pasatiempos compartidos? ¿Contribuye en acciones de voluntariado? La respuesta, en muchos casos, puede ser que no. Y aquí es donde debemos actuar: preparar desde edades tempranas y medias una vida relacional rica y diversa es la mejor inversión para un envejecimiento satisfactorio", adelanta la experta de Evita.
Conclusiones
- Dra Belén Rojo: "Parece evidente que para que la esperanza de vida se mantenga en los niveles actuales y siga aumentando, no sólo es importante la activación de la persona a nivel físico, y psicológico, sino también social. Y para ello existen muchas alternativas que pueden adaptarse a cada persona en base a sus características. Las actividades mencionadas —como el voluntariado, la interacción con nietos y la participación en clubes o deportes— son accesibles y culturalmente adaptables. Estas no solo ofrecen conexión emocional, sino que promueven la estimulación cognitiva y la movilidad física, dos pilares clave en la prevención del deterioro funcional". Para ella, cabría también añadir la relevancia de la participación social para mitigar la soledad no deseada que se encuentra presente en un porcentaje importante de personas mayores. "Y para ello, a nivel nacional, autonómico y local se están llevando a cabo muchísimas actividades que ayuden a eliminar el sentimiento de soledad como actividades comunitarias, institucionales o, intergeneracionales".
- Dra. Esther Camacho: "Debemos fomentar que personas de todas las edades y especialmente en la madurez, fortalezcan esas áreas que el estudio destaca: interacción con otras personas, participación en pasatiempos, actividades deportivas, trabajo voluntario. Estas dimensiones no solo enriquecen la vida en el presente, sino que preparan un terreno fértil para una vejez con sentido, conexión, bienestar y disfrute. El gran reto es construir una sociedad que ofrezca oportunidades reales y accesibles para participar, aportar y relacionarse, en todas las etapas de la vida. Y en eso todos tenemos un papel que desempeñar".