Diego Fernández
Opinión

Abuelos huérfanos

Diego Fernández

Miércoles 29 de abril de 2020

ACTUALIZADO : Jueves 30 de abril de 2020 a las 11:11 H

5 minutos

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Miércoles 29 de abril de 2020

5 minutos

El Gobierno repartió los premios de la lotería del niño. Tras una semana de informaciones contradictorias sobre los rangos de edad, la compañía o los horarios, los menores pudieron salir a la calle. Desde mi balcón vi pasar a madres tirando de un carrito, padres con niños sobre el cuello o familias enteras paseando de la mano. Algunos de los pequeños sujetaban sus juguetes con guantes, otros no llevaban cubiertas sus manos, aunque sus rostros sí estaban tapados con mascarillas y muy pocos eran los que paseaban sin ningún tipo de protección. La ropa de colores salió a la calle portada por diferentes estaturas y cortes de pelo, sin embargo, todos tenían algo en común. Ninguno iba acompañado por un abuelo.

Los abuelos se han quedado huérfanos de nietos por culpa del coronavirus. Los mismos que han sido sus cuidadores en un país que maltrata la conciliación, ahora se ven privados de sus risas, travesuras, lloros y cariño. 
En uno de los balcones situados frente a mi piso viven unos padres primerizos que acaban de tener dos mellizas. Cuando empezó la cuarentena, las niñas tenían tres meses. Cuanto menor es el tiempo de un bebé mayor es el cambio que se produce con el paso de los días. El color de sus ojos, de su piel, la forma de la cara. En menos de mes y medio hemos visto cómo las mellizas aumentaban considerablemente de tamaño, sobre todo en sus mofletes. Cada día que salen al balcón para aplaudir junto a sus padres son un poquito mayores. Sus abuelos solo han podido vivir ese crecimiento a través de una pantalla de cristal. Gracias a las videollamadas o las fotografías.

 

Abuelos huérfanos

 

Hay abuelos que lo son en proceso. Padres y madres de embarazadas que sienten la angustia de no poder estar cerca a medida que las tripas y los nervios aumentan. Ellos también se están perdiendo algo único.

A mí me toca ser nieto. Yo también estoy huérfano, pero en este caso de abuelas. Una pasa los noventa, la otra los ronda. El coronavirus ha servido para que recuerde que en el caso de las abuelas, a mayor edad, mayor es el valor del tiempo que pasamos con ellas. No sabemos cuánto queda y la calidad de vida del mismo.  Nietos y abuelos están condenados a quererse y a no pasar tanto tiempo como querrían juntos. Es ley de vida. El coronavirus ha acentuado esa ley y ha elevado todavía más su carga de crueldad. Unos son población de riesgo y los otros, si se trata de niños, son súper transmisores. Ambos serán los últimos en reencontrarse. Por suerte hay un factor que nos rescata del distanciamiento social. Nietos y abuelos nos echamos de menos. Cada día que pasa el deseo de vernos aumenta y nuestro cariño también. Pese a que un virus nos ha separado. Entre abuelos y nietos, la distancia no es el olvido.


Diego Fernández es periodista en La Sexta Columna (La Sexta).

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Sobre el autor:

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Diego Fernández es periodista en La Sexta Columna (La Sexta).

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