

Los datos del alzhéimer son escalofriantes: 1,2 millones de enfermos en España con este desglose: una de cada 10 personas de más de 65 años y un tercio de los mayores de 85; una de las principales causas de mortalidad, discapacidad y dependencia; un coste de 60 millones de euros diarios, asumidos casi en un 90 por ciento por las familias; un drama que afecta a 4,5 millones de personas entre enfermos y cuidadores… Dentro de menos de 30 años, estas cifras podrían triplicarse. Posiblemente no haya un drama sanitario mayor. Hay que aliviarlo. Hay que detenerlo. Hay que socorrer a tantas víctimas, hoy sin esperanzas. Hay que construir un mundo sin alzhéimer. Y para ello hay que denunciar la sinrazón de los Estados que, como el español, no incluyen las demencias en los presupuestos de fomento de la investigación. Hay que implicar a toda la sociedad para que exija esa investigación, única forma de avanzar cuando menos en la prevención. Y hay que situar estas patologías entre las prioridades sociales, sanitarias y científicas del país. Ese es el sentido del manifiesto que doce entidades, entre ellas 65YMÁS, lanzan hoy a la opinión y a los poderes públicos. Un mundo sin alzhéimer es, probablemente, el objetivo más ambicioso, pero el más sugestivo, que hoy podemos –y debemos– afrontar.