Salud

Los geriatras, sobre la cifra oficial de muertos en residencias por Covid: "Son más"

Pablo Recio

Jueves 4 de marzo de 2021

ACTUALIZADO : Jueves 4 de marzo de 2021 a las 9:32 H

12 minutos

11 meses después de anunciarlo, el Gobierno ha hecho público el número de decesos en residencias

Los geriatras, sobre las cifras oficiales de muertos en residencias por Covid: "Son más"
Pablo Recio

Jueves 4 de marzo de 2021

12 minutos

Al fin el Gobierno da la cifra oficial de muertos por Covid en las residencias de mayores

Tras un año de pandemia, el Gobierno ha decidido, por fin, dar a conocer los datos "reales", o más aproximados a la realidad, de fallecidos por Covid en las residencias de mayores. Es decir, las cifras de decesos en estos centros diagnosticados con pruebas PCR o que murieron con síntomas compatibles. Y, según el estudio hecho por el Imserso, el Centro de Alertas y Emergencias Sanitarias y el Instituto de Salud Carlos III, 29.408 residentes habrían perdido la vida por Covid en los centros sociosanitarios durante esta crisis sanitaria. 

Además, en su informe, que se centra sobre todo en datos del año 2021, el Gobierno reconoce oficialmente que casi 10.000 mayores fallecieron sin ser diagnosticados –vía test– desde marzo hasta junio de 2020, que más de 6.000 murieron por Covid​ –confirmado por PCR o antígenos– en la segunda ola y que cerca de 3.400 murieron en la tercera ola.

Para comprender mejor los datos publicados, 65Ymás los ha analizado con el presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (@seggeriatria), José Augusto García.

Pregunta - ¿Qué le parece que el Imserso (dependiente de la Vicepresidencia de Derechos Sociales y Agenda 2030) publique ahora estos datos?

Respuesta - Lo que más me ha llamado la atención es que lo hagan, exactamente, el día anterior al primer fallecimiento que tuvimos por coronavirus en residencias el año pasado. Fue una señora que tenía 99 años y que trasladaron al Hospital Gregorio Marañón de Madrid, al servicio de geriatría. Murió el 3 de marzo. Es curioso. Hemos tardado un año entero en tener datos de residencias. 

Recuerdo que al inicio no estaba el sistema de recogida de información montado, pero también me acuerdo que, hace 10 meses, en el mes de mayo, el exministro Salvador Illa dijo que tendríamos enseguida esas cifras, y hasta ahora.

Creo que esto es para que todos entonemos el mea culpa. Hemos sido muy lentos. Probablemente, porque al no ser un servicio que depende de Sanidad no tenían un sistema de información adecuado.

Y también se ha tardado mucho en homogeneizar los datos. Por ejemplo, cuando se empiezan a recoger en abril y dicen que se pedirían a las comunidades los martes y los viernes, y luego pasan meses y algunas no volvieron a mandarlos, o alguna, ni los envió creo. No había una metodología, tenemos que entonar el mea culpa, es una barbaridad. 

P.- Y respecto a los datos publicados, ¿qué le llama más la atención? ¿Hay algo nuevo que se desconocía?

R.- Creo que primero hay que tener en cuenta que, probablemente, los positivos y fallecimientos, sobre todo en la primera ola, estén infranotificados. Hay más de los que realmente se recogen. Es más, a pie de página se reconoce que Aragón, Cataluña y Navarra, entre el 14 de marzo y el 22 de junio de 2020, sólo incluyeron a las personas que fallecieron cuando estaban confirmados por PCR. Así que esa primera mortalidad está infrarrepresentada.

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Datos del Imserso sobre muertes por Covid en residencias. 

 

P.- ¿Cómo interpreta la gran bajada de casos en las últimas semanas?

R.- Estas dos últimas semanas de febrero publicadas está bajando la incidencia realmente. Y también va disminuyendo de forma importantísima el número de positivos. Es un ejemplo claro de la vacunación, que, efectivamente, ha empezado a funcionar. Es una muy buena noticia, quiere decir que las vacunas funcionan y lo hacen de forma efectiva. 

P.- Desde el Gobierno pretenden actualizar los datos sobre Covid en residencias cada viernes a partir de esta semana, ¿piensa que es útil? ¿Cree que es casualidad que se entregue el informe justo cuando los datos coronavirus en residencias están cayendo en picado y casi todos están vacunados?

R.- Tiene sentido, desde el punto de vista científico, para saber que no hay brotes, que no se nos ha descontrolado todo o que deja de tener efectividad la vacuna dentro de unos meses. 

Y luego, desde el punto de vista comunicativo, creo que también. Aunque yo no soy experto en eso. Es decir, pongo todos los datos acumulados, que ya sabemos que ha sido una gran tragedia, pero no lo hago en el momento del drama, sino en el momento en el que mejora. Aunque tampoco sé si disponían de estas cifras hace unos meses. 

Pero bueno, para nosotros, como científicos y geriatras, tiene sentido para hacer la monitorización.

P.- ¿Echa de menos más datos sobre los fallecidos con síntomas compatibles en la primera ola? ¿Piensa que podría ser interesante tener una curva de ese periodo para ver la evolución en las comunidades más afectadas como fueron Madrid, Cataluña o Castilla y León?

R.- Hubiese sido muy interesante. Pero lo que pasa es que la única manera que tenemos de ver eso es analizar el exceso de mortalidad en residencias. Es decir, comparar la mortalidad del 2019 al 2020, porque no teníamos pruebas diagnósticas.

Hubo algunas CCAA que empezaron a recoger las PCR positivas y los que tenían síntomas compatibles, pero al final, vimos que había muchísimos: la tos, la falta de aire, el dolor de cabeza, diarrea, manifestaciones cutáneas y los asintomáticos. Con lo cual, la única prueba real, era la PCR.  

Eso sí, el poder tener información online –en ese momento– nos hubiese ayudado mucho a hacernos una idea de todo para ver, por ejemplo, si había más afectación en las residencias más grandes o menores; o para ver si la había más en las que tenían servicios médicos o en las que no. Sin embargo, no hemos tenido esos datos, desgraciadamente. 

P.- ¿Qué lecciones debemos sacar del drama vivido durante la primera ola en las residencias?

R.- Creo que reaccionamos tarde desde los servicios sociales y de residencias. Fue un error de concepto. No se consideró que fuesen servicios sanitarios y, en realidad, lo que tenían era un problema de salud y tardamos en controlarlo: fue entonces cuando nos pusimos desde la Sanidad encima de estos centros. 

Y luego, la siguiente lección, es que el perfil de las residencias no es el de los hospitales desde el punto de vista de la formación del personal. Allí, si dices: 'Tenemos que sectorizar', se hace sin problema, porque tienes mucho personal técnico y enfermeras muy preparadas. Pero en los centros sociosanitarios no. No hay un número grande de médicos, no hay especialistas en enfermedades infecciosas, hay pocas enfermeras en comparación con los hospitales y sobre todo lo que hay son muchos cuidadores.

Y además, si a eso se une que el cuidado que se da implica mucho contacto físico, pues todo eso hizo que se disparase. 

P.- El sistema de salud tardó en atender a muchos mayores de residencias en primavera de 2020 e incluso llegó a no asistirlos por la saturación de los hospitales en ciertas comunidades, ¿qué hemos aprendido del drama vivido en esos meses? 

R.- Estas comunidades nos han enseñado que hay que incrementar más la presencia de los servicios sanitarios en las residencias si queremos controlar este tipo de problemas. ¿Cómo? Pues hay que reforzar los equipos de atención primaria, que son los están dando la atención diaria a los mayores, y generar dinámicas de coordinación con los servicios de geriatría hospitalaria. Eso permite hacer formación a los gerocultores, enfermeras, psicólogos y fisioterapeutas que trabajan en residencias. Y también permite que la gente entienda lo que es la sectorización, que utilicen los EPIs de forma correcta y que se ayude a combatir los problemas derivados del confinamiento de movilidad o trastornos de conducta, depresión, ansiedad, etc.

Se podría haber corregido todo mejor y, de hecho, en la segunda ola y la tercera, se trabajó y consiguió más. 

P.- ¿Podría volver a pasar que se prive a algunos mayores de la atención médica como pasó en Madrid, entre otras CCAA, en la primavera de 2020?

R.- En Madrid, en concreto, creo que, al principio, había un poco de desconocimiento cuando se pusieron en marcha los equipos de geriatría de enlace: muchos conocían cuáles eran las residencias de sus áreas y trabajaban con ellas desde hace años, mientras que otros, la verdad, no, o al menos, no en su totalidad. Así que si tú asumías que un centro podía dar un tratamiento intravenoso u oxigenoterapia, y luego te dabas cuenta de que no, pues tenías un problema muy importante. 

Pero ahora, eso está superado. Todos lo geriatras saben perfectamente qué residencias pueden dar tratamiento y aquellas que no, por falta de personal sanitario o material.

Eso ha mejorado mucho. Pero al inicio, es verdad que fue uno de los principales problemas. Es más, fue más importante que si se medicalizaba o no las residencias, porque algunas realmente no lo podían hacer por ser pequeñas o por no tener médicos y enfermeras. Decir que allí se podía poner un tratamiento intravenoso era, ciertamente, engañoso. 

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Datos sobre muertes en residencias por Covid en España. Fuente: Imserso.
 

P.- ¿Por qué durante la segunda ola ciertas regiones como Andalucía, Galicia o Aragón, entre otras, tuvieron tantos casos en residencias?

R.- Fueron aquellas residencias que estaban menos afectadas las que sufrieron más en la segunda ola. ¿Por qué? Porque no tenían inmunidad. Y en las CCAA pasó lo mismo. Las que tenían muy poca afectación como, por ejemplo, Andalucía, sufrieron más casos, porque la gran mayoría de residentes no tenían esa protección. Esa es la realidad.

Luego, también había diversidad de protocolos de actuación entre las diferentes CCAA. Y eso es una pena, porque se podría haber aprendido de aquellas regiones más castigadas. Castilla y León, Madrid, Castilla-La Mancha y Cataluña deberían haber sido la locomotora para que las demás hubiesen aprendido cómo atajar el tema. Y así, hubiésemos podido disminuir la afectación de la segunda ola. 

P.- En las estadísitcas que ha publicado el Imserso se habla de casos de coronavirus y de muertes por Covid, pero faltan datos sobre las secuelas del confinamiento aplicado a los residentes.

R.- Cuando se aisla a las personas mayores en domicilios o en residencias –que son gente que, en bastantes casos, tienen un gran número de enfermedades crónicas y cierta dependencia–, se tiene un efecto inmediato: la reducción de la movilidad. Y eso, complica el control de las enfermedades crónicas como la diabetes, la hipertensión, las cardiopatías o las patologías pulmonares.

Y hay una cosa que es muy importante también: estas personas necesitan interacción social, porque el envejecimiento saludable necesita de actividad física, contacto social y manejo intelectual. Cuando les aislas, eso lo pierdes. Así que, de forma inmediata, tienes un incremento de la ansiedad, de la depresión y, en el caso de los que tengan demencia, se empiezan a tener trastornos de comportamiento. Es decir, están más agitados, más desorientados y, si antes algunos podían hacer actividades intelectuales, comienzan a estar más torpes. Además, es algo que tiene un doble efecto, en ellos, y en su cuidador, que, por cierto, es muchas veces mayor tambien –la mujer, el marido, etc.–. 

¿Qué habría que haber hecho? Pues cada vez que confinaban y aislaban, se debería poner en marcha, de forma paralela, un plan para prevenir estos efectos secundarios. Y eso, se lo hemos dicho al Ministerio de Sanidad y a la Vicepresidencia de Derechos Sociales: hay que incrementar la fisioterapia, la terapia ocupacional y recreacional, hacer redes de interacción utilizando tabletas u otro tipo de mecanismos... Se tenía que haber hecho: es tan Salud Pública, como proteger del coronavirus. Son vías de prevenir la enfermedad. 

P.- El Ministerio de Sanidad aseguraba en rueda de prensa hace unas semanas que contaba con un plan general contra la fatiga pandémica, ¿es suficiente? ¿Hacen falta recursos más específicos para residencias por parte del Gobierno y las CCAA?

R.- Hace falta prevenir. Y para hacerlo, hay que incrementar el ejercicio físico y poner en marcha ese tipo de programas que no se han implementado ni en la primera ni en la segunda ni en la tercera ola.

Y luego, a partir de ahí, quedarán secuelas. Seguro. Serán pulmonares, psicológicas, cutáneas, cardiológicas... Y las personas mayores, igual que los adultos, serán víctimas de éstas, que son consecuencia de la inflamación que ha producido el virus que, a veces, es persistente en estos tejidos. Eso, lo tendremos, pero creo que era algo menos previsible, porque está unido a la infección.

Sin embargo, que una persona pierda masa muscular está directamente relacionado con que haya dejado de hacer actividad física. Y la gente está llegando realmente deteriorada a los servicios de geriatría y es por esta inmovilidad y el confinamiento. 

P.- ¿Qué nos podemos encontrar en los próximos meses en las residencias sabiendo que se han reducido mucho los casos?

R.- Ahora mismo, están bastante inmunizados todos, así que salen. Eso sí, nosotros somos más prudentes frente a permitir las visitas, porque las personas que vienen del exterior no están inmunizadas y pueden ser aún transmisores de la enfermedad. Y, para ese porcentaje de residentes que no tiene una inmunidad potente, hay siempre un riesgo.

Así que ahora, durante unos meses, que puedan salir al exterior, manteniendo medidas de seguridad como la mascarilla, el lavado de manos, etc. y que se restrinjan las visitas, y sean un par o tres a la semana. Y si pueden ser de mismo familiar, mejor. 

P.- ¿Qué puede hacer la administración para saber qué está ocurriendo realmente en todas las residencias de mayores y llevar un verdadero control de lo que sucede en ellas?

R.- La mayoría de las residencias son de financiación pública, aunque sean de propiedad privada. Tenemos que exigir, como ciudadanos, que el servicio que se presta con dinero público sea más transparente de lo que es.

Por lo tanto, hay que pedir que nos den datos: cuántos pacientes han fallecido, cuántos se derivan al hospital, cuántos caen, cuántos tienen desnutrición, cuántos han dado problemas, qué satisfacción hay... Y esta es una de las obligaciones que no podemos olvidar para poder empezar a reformar este sistema y adecuarlo a lo que debe ser: un sistema público sobre el que tenemos que tener claro cual es el servicio que nos da. 

Sobre el autor:

Pablo Recio

Pablo Recio

Pablo Recio es periodista especializado en salud y dependencia, es graduado en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid y comenzó su carrera profesional en el diario El Mundo cubriendo información cultural y económica. 

En 65Ymás, ha contado el drama vivido en las residencias durante la pandemia y ha sacado diferentes exclusivas de impacto como 81 menús de residencias de mayores, a examen: "Baja calidad nutricional y abuso de procesados"que fue citado en una comisión de investigación en la Asamblea de Madrid. 

Además, fue cofundador de la radio online Irradiando y cuenta con un máster en Gobernanza y Derechos Humanos por la Universidad Autónoma de Madrid y otro en Periodismo por el CEU San Pablo/Unidad Editorial. 

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