

Ya que tanto se habla de “elucubraciones” en relación con grandes interpretaciones de la Constitución, yo también quiero aportar una: la pureza democrática está siendo violada. El Congreso de los Diputados, definido habitualmente como “sede de la soberanía nacional”, aprueba una ley, un decreto-ley o un recurso jurídico como el estado de alarma. Nadie discute el procedimiento impecablemente democrático. Pero, si un grupo de seis señores muy sabios deciden que ese recurso o esa norma es inconstitucional, no sirve de nada el trabajo de los representantes de la soberanía nacional por muy democrático que sea. Iba a escribir un sesudo artículo sobre ese contrasentido, pero de pronto me entró una duda: ¿y quién decide lo que se aprueba en el Congreso? Habitualmente, tampoco más de seis señores o señoras: los líderes de los partidos. Y, si me apuran, solo un señor o señora si tiene mayoría absoluta: el líder del partido gobernante, es, al mismo tiempo, el jefe del gobierno. Con lo cual, una sola persona controla el poder ejecutivo, el legislativo e intenta controlar el judicial. Así que, si queremos que la democracia sea indiscutible, hay que reinventarla. Perdónenme la elucubración, pero es mi modestísima aportación al galimatías nacional.